Los seres humanos hemos sido condicionados a ver la vida de maneras muy particulares. Por ejemplo, hemos sido condicionados a creer que mientras más alto esté, mejor tiene que ser. Lo que se arrastra por el piso no se compara con lo que vuela.

El paradigma de superior/inferior ha liderado al colectivo humano por varios siglos. Y si lo superior es lo más elevado, ¿quién es el líder de nuestro cuerpo? ¡La cabeza!

Así es, si eres sensible y observas por un momento breve, la cabeza se ha convertido en el punto de referencia primordial de la mayoría de seres humanos hoy en día. Todo lo que la mente sostiene se convierte en nuestro banco precioso de “saberes.” Si quieres comprobarlo por ti mismo, observa como constantemente consultas con la base de datos enjaulada entre tus dos oídos.

En mi libro “Versos y Prosas de un Lunático Iluminado,” tengo un poema titulado “Idiota Feliz Confundido” que retrata perfectamente lo que comenzó a sucederme cuando voluntariamente inicié el proceso de ir destronando a mi cabeza de su posición como el centro exclusivo de mi percepción. Hice esto porque para el tiempo en el que escribí este poema, ya estaba sumamente cansado de mi mente “sabelotodo.” La verdad es que vivir bajo el trance y delirio de creer que toda la información que uno tiene en la mente es veraz, es sumamente agotador.

Y no creo que el haber vivido así por varios años haya sido una decisión consciente. Analizando mi trayecto, como niño tenía poca cultivación de mi intelecto y a medida que me fui fascinando más y más con ideas y conceptos intelectuales nuevos, fui llenando la memoria de un montón de información emocionante y que quería estrenar. Algunas útiles y relativamente veraces y gran parte totalmente inútiles y súper lejos de aquella fuerza a la que le llamamos realidad.

En fin, creo que parte de la razón por la cual fui dándole prioridad exclusiva a mi mente tuvo que ver con el hecho de que esto parece ser una etapa natural de nuestro desarrollo como humanos. Y otra razón que es un poco más lamentable, porque el darle prioridad a la cabeza es una tendencia sociocultural muy arraigada en el colectivo humano. (Aparentemente nos estamos tomando nuestro tiempo en esta etapa colectiva) Y ¡nada nos moldea más que lo que vemos modelado en la sociedad! ¡Especialmente cuando nos estamos desarrollando como individuos!

Anatómicamente hablando, el corazón y el vientre están mucho más cerca de ser el centro de nuestro cuerpo que la cabeza. Pero de nuevo, muchos pensamos que el centro principal de información está “allá arriba.” (¿Dónde está Dios?) Y esto, más que curioso, me lo encuentro increíble. La cabeza no es nada sin el corazón o sin el aparato digestivo. Pero el favoritismo hacia la cabeza como el centro de toda información útil no es disuadido a pesar de este hecho. ¡Somos una cultura ‘”cabezocéntrica”! ¡Y cuánto nos ha pesado! (¡Hasta nos tiene torcidos!)

No sé tú, pero yo pienso que nuestro “cabezontrismo” nos está acabando. El “saber” quien alguien es porque la cabeza nos dice que es así es la causa principal del juzgar y entrar en conflicto. “Yo sé quién tú eres porque fulano me lo dijo y ahora eso está en mi cabeza como un pedazo de información que atesoro sobre todas las cosas.” “No tengo que revisar mi intuición, ni acceder la compasión que hay en mi corazón para evaluarte de una forma integral y balanceada.” “Mi sabiduría reside exclusivamente en mi cabeza.” Estos son algunos de los monólogos casi siempre inconscientes en nuestras psiques condicionadas. Y más hoy en día, en la era de la información y la fragmentación, donde los mensajes de texto y las redes sociales no permiten que involucremos la totalidad de nuestros sentidos en el análisis de una realidad.

Lo triste y lamentable de vivir en la cabeza, es que el perdemos la capacidad de percibir muchas cosas. La cabeza, más en específico, los pensamientos, son experimentados de una forma tan íntima, que muchas veces la mayor parte de nuestra atención está absorbida por la mente. El mundo se desaparece en comparación con lo que ocurre dentro de nuestra mente.

El poner atención se vuelve sumamente difícil, la concentración se va y el escuchar se vuelve prácticamente imposible. La verdad que da pena, porque sin poder escuchar la comunicación se hace imposible y sin comunicación, nos reducimos a nada menos que a ser un mundo lleno de individuos desconectados que son islas. Un mundo lleno de personas que son “un culto de uno.” (También conocido como el ego.)

Y yo conozco ese estado aislado de un “culto-de-uno” sumamente bien. De hecho, mi libro “Versos y Prosas...” comenzó como un grito de desesperación por salirme de esa trampa poderosa.

Por mi experiencia y memoria fresca de esos tiempos tan difíciles, me imagino que para muchos, la idea de percibir desde el corazón y el vientre sonará sumamente extraña y temerosa al principio (aunque quizás también suene intrigante e intuitivamente apuntando hacia una realidad.) A esos les quiero decir que no se preocupen, la cabeza inevitablemente seguirá siendo parte del trayecto mientras estemos vivos. Y el corazón y el vientre no son para nada inferiores o estúpidos. Que no juzgan, eso sí. Que disciernen mejor, definitivamente. Recuerda, el centro es el núcleo de toda masa y por ende el más poderoso. El salir de la relación exclusiva que tienes con tu cabeza es uno de los regalos más grandes que te puedes dar a ti mismo y al mundo. He aquí un ejercicio y algunas observaciones que te pueden ayudar a comenzar el proceso.

 

Ejercicio 1:

Encuentra un lugar seguro y tranquilo donde nadie te vaya a interrumpir.

1. Observa un lugar abierto sin analizar, juzgar, evaluar, medir o comparar lo que estás presenciando.

2. Nota la compulsión de tu cabeza querer entrar al proceso y agradécele su participación pero dile que quieres darle un descanso.

3. Cuando te sientas estable en esta experiencia, camina y ve si puedes permanecer en el estado donde solo estás recibiendo imágenes y dejándolas ser. Siente tu respiración y las sensaciones en el área del interior de tu pecho.

4. Disfruta del descanso.

 

Ejercicio 2:

1. Llama a un amigo por teléfono y mantén lo ojos cerrados.

2. Cuando tu amigo hable no evalúes, analices ni proceses nada de lo que dice. Simplemente escucha y siente – como si fueras un receptor que no emite, como si fueras espacio.

3. Nota la tendencia de tu cabeza querer entrar al proceso y agradécele su participación pero dile que quieres darle un descanso.

4. Cuando sea tu turno hablar, no hables como respuesta a nada de lo que tu amigo dijo, habla de algo que está presente en tu experiencia emocional, independiente de lo que tu amigo dijo.

5. Cuando cuelgues, trata de completamente soltar todo lo conversado y sigue tu día.

 

Observaciones:

Cuando estás percibiendo del corazón – sientes más que piensas.

Cuando estás percibiendo desde el vientre – estás calmado y en paz y no agitado.

La cabeza no es el centro de tu cuerpo.

El corazón y el vientre son sabios. Tienen intuiciones e instintos que la cabeza no tiene.

El tomar una dieta de información, así como tomamos ayuno y dietas de comida puede nutrir a tu corazón y a tu vientre, al igual que darle un descanso muy necesitado a tu cabeza.

La cabeza es uno de nuestros mejores instrumentos como seres conscientes. Por eso es vital cuidarla dándole descanso y balanceando nuestras facultades.

El vivir centrado en la cabeza no tiene nada de malo, pero es ineficiente y causa malestar emocional y problemas de salud y comportamiento.

Es muy saludable pasar tiempo con personas que no viven centrados en su cabeza y que están llenos de amor y paz.

© Gabriel Weiner Jáquez - www.gabrielweinerjaquez.com